lunes, 1 de diciembre de 2008

La sosita Ottawa

Lo teníamos todo planeado. Después de entregar el long assignment de Canadian Cinema, el 14 de noviembre nos íbamos a Ottawa, que sería un descanso para afrontar con ganas las dos semanas terribles que íbamos a tener a continuación. El assignment no lo entregamos debido a la huelga, pero el viernes 14 bajamos del autobús en la rancia estación de Ottawa sobre las 4 de la tarde, tras unas 5 horas de viaje.

Sabíamos de la costumbre americana -y por extensión, podríamos decir que canadiense, mal que les pese- de que las capitales no sean las ciudades más pobladas ni populares de los Estados. Pero no nos esperábamos la capital de Canadá así. Es una ciudad pequeña, de 800.000 habitantes -Toronto tiene casi 5 millones-, con muy poco para ver, y que debe de ser mortalmente aburrida si estás allí más de un fin de semana, cosa que nosotros no hicimos.

Los edificios del Parlamento eran bonitos, parecían de cuento, un poco Hoghwarts con la niebla que los rodeaba. No obstante, tenían ese estilo fake, de copia, de simulated building, como de decorado de cartón piedra, que nos parece que tienen muchas cosas en este país y que nos resulta tan divertido. En Ottawa bromeábamos con que detrás de la calle principal nos encontraríamos una maraña de cables y de focos, como en un estudio de cine.

Aparte del Parlamento, en el cual entramos con un guía que hablaba francés... de Quebec, vimos un par de museos: El Museo Canadiense de las Civilizaciones y el Museo de Bellas Artes de Canadá. Ambos bastante discretos, aunque en el segundo nos gustó más. En la entrada había una escultura de una araña gigante, titulada Maman, que es genial y que dio mucho juego en las fotos nocturnas, y dentro, estaba una obra impresionante titulada A girl, de Ron Mueck. En una escultura enorme y extremadamente realista de un bebé recién nacido, y muy cerca había otra escultura de una anciana muy pequeña muriendo en su cama. Era increíble.

A pesar de las pésimas condiciones atmosféricas -estuvo lloviendo todo el tiempo, y nos pasamos todo el viaje andando con los pies mojados y helados-, y de lo sosita que es Ottawa, lo pasamos bien y valió la pena ir. Además, es la capital de Canadá y la ciudad canadiense importante más cercana a Toronto. Y eso la convertía en una visita obligada.

Cuando estábamos allí, no sospechábamos que sólo una semana más tarde íbamos a tener una dosis todavía mayor de frío, pies mojados, turismo... y que pasaríamos de nuevo por la rancia estación de autobuses de Ottawa.

1 comentario:

Eme dijo...

Qué bien vives, querida...